Una semana antes del día de graduación de la secundaria, Willy, mejor conocido como el Alacrán, es reportado como desaparecido. Los encargados de su búsqueda interrogan a sus compañeros y personas cercanas a él, intentando dar con su paradero. Será su amigo Seven quien, desde una celda, nos relate los sucesos previos a su ausencia, así como la historia de aquellos días en los que pertenecer a la pandilla significaba un refugio para quienes la conformaban, un resguardo ante las fracturas familiares y la corrupción que contaminaba lo mismo a las autoridades escolares que a las instituciones en una ciudad difícil de habitar. Los cimientos de la amistad se convierten entonces en un canto a la resistencia y al deseo de vivir.
 
A través de una estructura narrativa que intercala los sucesos de la secundaria con las reflexiones sobre el lenguaje que hace Seven desde su encierro, partiendo de su afición a la literatura, Veneno para alacranes convierte al lector no sólo en testigo, sino en cómplice de sus faenas, en ese punto crucial de la existencia en donde la adolescencia se aleja y la experiencia entra con un golpe seco, para cambiar la manera de ver el mundo.